Estimadísimo V:
Desconcertado me encuentro tras enterarme de que tras finalizar la lectura de la presente misiva usted estará muerto, esperemos, en un mejor lugar. Desde que recibí la noticia de que su vida pendía en mis manos no pude hacer otra cosa que redactarle esta carta con intenciones de ponerlo al tanto. Aun más desconcertado me encuentro, ya que me lancé sin ser consciente del trágico destino que el desenlace de la misma tendría sobre su vida. Es así que sólo me queda el compromiso de extender todo lo que sea esta misiva quizá dandole un minuto más de vida, un beso más, otra bocanada más de humo de su cigarro, una gota más de vino. Por desgracia mi queridísimo V, sabrá usted comprender, la extensión nunca ha sido lo mio. Espero que sepa disculpar a éste tosco escritor de versos, a este enamorado de su brevedad. Y es que verá; lo bueno breve, bueno dos veces, dicen. Espero no me guarde rencor, pero un escritor debe siempre cuidar su estilo.
Con cariño,
Y.
Un asesinato bastante original. No sé por qué me recordó a la carta de Macedonio Fernández a Jorge Luis Borges.
ResponderEliminarJaja, ya se quienes son V. y Y...: Víctor y Yamila. (Ah, no había entendido nada el chabón).
ResponderEliminarEstá buenísimo esto...
al final siempre se trata de alargar el momento.
ResponderEliminaraplaudo a V. que se banca acortarlo.
Con este carta, V. no muere sino que nace asesinado, mientras que Y. nace matando, y aunque sus vidas no dejan ser algo ya dado, quizas como la muerte misma, y algo seguro, también como la muerte misma, no son nunca estáticas, como la vida misma (y quizás como la muerte también, pero esto último yo no lo sé porque no lo transite, algún día te cuento).
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