viernes, 22 de marzo de 2013
Rendición.
Hoy transité una ciudad que no era la mía y en ese tránsito lo desconocido casi se metió en mi cuerpo cansado. Estuvo a poco de doblegarlo. Me pregunto que habría pasado si no hubiese llegado a refugiarme en el colectivo rápidamente. Esta vez ni siquiera el subte fue un refugio. Todo era tan diferente. Había algo que me decía que lo que pasaba no estaba bien. Que lo que podía pasar no iba a estar bien. Algo estaba intentando entrar o salir, no sé bien, y hacerme perder en un lugar desconocido e impropio. Algo me gritaba que me abandone a la suerte. Algo me pedía rendición. Creo que todavía lo hace. Rendición. Todavía mi habitación me mira de manera extraña. Hoy busqué refugio en todos lados y sistemáticamente cada rincón y cada persona de esta ciudad me dijo que no. Rendición. Llegué arrastrándome hasta el primer escalón de la puerta de mi casa y las manos,con la llave entre sus dedos, me temblaban. Todo era tan diferente. Todavía hay algo que me reclama rendición. Tengo mucho para abandonar. Muchas cosas tentadoras, muchas cosas adoradas, muchas cosas que me enorgullecen y es como si no pudiera dejar una sin dejar el resto, porque yo soy uno y unánime. Los que nos somos Borges también podemos usar esa palabra, por favor. Yo no puedo tirar mi esquizofrenia por la borda sin deshacerme en el mismo acto de mi intuición. Ni puedo abandonar mis delirios de amor sin romper en mil pedazos mi elocuencia. Todo está simbióticamente relacionado, pero hoy, algo adentro, o afuera, pedía rendición. Rendición porque no puedo escindirme. Rendición porque no puedo tirar un recuerdo sin ponerle cinco llaves al futuro. Rendición porque lo que hice mal me atormenta tanto como lo que hice bien. ¿Y por qué no me rendí? ¿Porque llegué antes de que mis energías se acabaran definitivamente? ¿Antes de que el ímpetu furioso de lo extraño me arrojara violentamente sobre el pavimento? ¿Porque me da miedo? ¿Porque resisto? ¿Por qué? Y la respuesta, de alguna manera, es esto. No me gustaría no volver a reconocerme en lo que escribo, incluso si en ese acto rindo culto a la mediocridad.
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