viernes, 17 de junio de 2011

Un café en jarrito.

Entonces deja el celular sobre la mesa del bar, mira a la pared, (si pudiera miraría al horizonte pero la ciudad tiene esa desventaja, el horizonte termina a unos metros) y se queda ahí, apreciando los minutos que van pasando, dejando que las circunstancias lo vayan invadiendo, abriendo la puerta para ver cual es el primer sentimiento que llega. Si pudiera imaginármelo diría que es como una multitud de personas corriendo para ver quien pasa primero por una puerta, tal vez el sentimiento más fuerte llegue primero, tal vez sólo sea fortuito, pero al final de cuentas eso te define como una persona sensible o insensible, como un cínico o un altruista. A él mucho ya no le importa porque de cualquier manera está sólo con su existencia, en la mesita del bar y después tendrá tiempo para volverse un ser social y ajustado a las normas. Es el cansancio. Entonces el cansancio se le vuelve la excusa para decir que los sentimientos no son fortuitos, porque fue el cansancio y no otra cosa. Y desde su cansancio entiende las circunstancias y las circunstancias le producen cansancio y el mundo se vuelve un mundo cansado y lo fortuito ya no le importa porque el cansancio está ahí para darle lógica a todo, y lo hunde al nivel de suelo, y lo hace miserable, si su cuello no resistiera su cabeza quedaría alienada (¿alienada?) alineada con sus hombros. Mira al celular, a su mano que permanece cerca del mismo, adherida a la mesa como si formara parte de ella. Quiere hacer algo pero sus mano no va a responder; esto de no luchar contra el universo lo ha paralizado. Tiene deseos, piensa en todo, pero nada de esto es suficiente, sólo quiere cerrar los ojos y dormir y olvidarse y dejar que las cosas sean sin él, aunque sea por un rato. Otra mano se apoya sobre la mesa: -¿Qué vas a tomar?- Y entonces vuelve a ser humano, no sin esfuerzo: -¿Puede ser un café en jarrito?- La chica del bar se va dejando la misma sensación de propia descortesía que tiene siempre que pide algo en un bar. De a poco la mano se mueve lentamente hacia el aparato, y para bien o para mal, mientras teclea dos o tres palabras vacías, vuelve a contener el universo con ella. Y en eso empiezan a caer los otros sentimientos.

viernes, 3 de junio de 2011

Precisamente.

Dirá mi arte
siempre 
exactamente 
lo que yo no quería decir 
pero
siempre 
exactamente 
lo que yo quise termina diciendo
y
nunca
exactamente
lo que yo dije en verdad.