domingo, 27 de septiembre de 2009

Integrando la Desintegración


Las partes del cuerpo de uno en determinados momentos empiezan a funcionar de manera independiente. Lo que quiere mi cabeza no es respetado por mis manos y en mi pecho hay un vacío del que mi estómago pocas veces se entera. Mi vista, quizás la más conflictiva, lo quiere todo pero rara vez mis piernas corren en esa dirección. Mis piernas por su parte solo quieren sentarme y mis nalgas ya no soportan la presión de las sillas, ellas buscan otra cosa también.

Todas las partes en el fondo quieren lo mismo, pero todas ellas sienten de manera diferente la presencia de los sentimientos; nunca es posible satisfacer a todas juntas pero por lo general suelen conformarse, suelen tranquilizarse cuando, después de un arduo día en el que ninguna de mis partes obtuvo lo que quería, todas, unanimemente, se sienten parte de la misma persona, es decir, parte de mi.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Incontinencia visual



Cualquier imagen que tape la maldita memoria que atormenta mi cabeza es justamente lo que genera un movimiento de mis pupilas a revoluciones impensadas. Y cuando mis pupilas se enfoncan y se dilatan: un peligro inminente, pero también un refrescante y efímero sentimiento de olvido.


Dicen que un clavo saca a otro clavo. Yo digo que la memoria es como una madera clavada mil veces, remendada, con clavos torcidos, agujeros, rajaduras, nudos, humedad; nada desaparece, siempre buscamos un lugar liso en el cual poner el siguiente clavo, siempre estamos mirando como hacerlo encajar, siempre con esa incontinencia visual y pensando "el siguente seguro que encaja bien".



martes, 1 de septiembre de 2009

Sutilezas del destino.

A veces las situaciones se complotan y el ecepticismo caduca por la mera aparición de hechos que cuesta atribuir a la casualidad. Cuando descubrimo que hemos puesto a alguien en la situaión en la que otro nos ha puesto a nosotros o cuando buscamos algo importante del pasado y el presente manda un par de mensajitos como para que lo pensemos ocho veces antes de volver a intentarlo, en esos momentos de mala suerte, de enojo con la vida y su gente, de irónico desencanto, de miedo; en esos momentos en los que no podemos entregarnos a nuestro ateísmo porque sería perder un receptor de nuestros sentimientos más adversos, los que han generado estas situaciones; en esos momentos, a base de sentimientos que lejos están de ser felices y conciliadores; en esos momentos...

Creemos.

Y es que en algún punto ya no sabemos como hacer para responsabilizar a alguien, incluso a nosotros mismos, por esas sutilezas del destino.